Vargas Llosa fue una persona de novela con muchas luces y sombras

Su biografía, su rol en la literatura y su vida política.

En su biografía, fue muy feliz hasta los 10 años, cuando vivía con su madre, pero con sus abuelos haciendo de padres. Según él creía, su padre había muerto. Pero luego resultó que el padre en realidad había abandonado a su madre y a él mismo, pero apareció otra vez, reconquistó a la madre y la llevó a vivir con él, llevándose al niño.

Esa etapa fue muy dura y lo que lo llevó a refugiarse en los cuentos y novelas, para tapar con ficción una realidad urticante y destructiva. Un refugio que sería decisivo, y que pudo tener a escondidas de ese padre cruel e incomprensible. Alguien que lo matriculó en contra de su voluntad en un colegio militar, para dificultar su contacto con la literatura, sin prever que eso le daría material para su primera novela: Los Cachorros.

Su lucha seguiría después de haber abandonado el colegio militar, cuando se enamoró de su tía y luchó contra el mundo para que sea su esposa. Y una lucha en contra de la pobreza aplastante que intentaba resolver con varios trabajos a la vez.

Desde ese punto de partida, tan difícil, que haya logrado ser un Nobel, rico y famoso, además de admirado, le producía simpatías y admiración humana. Simpatías que se esfuman o reafirman, según cada quien, cuando tras 50 años de matrimonio con una prima (ya todos saben que lo de la tía no duró, que la dejó para casarse con una prima, también sobrina de la misma tía) la dejó para casarse con una ‘socialité’, es decir una farandulera y dueña de una revista de chismes sociales.

Por el lado literario, hay admiradores y detractores. Yo estaba en el segundo grupo, hasta que leí “La guerra del fin del mundo”, “Travesuras de una niña mala” y “El sueño del Celta”, que “casualmente” salió por los días en los que se decidió darle el Nobel de ese año. Su estilo literario, que intenta ser eficaz saltándose los adornos, las “florituras” que grandes como García Márquez, usan para cautivar a sus lectores; gusta y frustra un poco. Su justificación es válida: los protagonistas de la novela son sus personajes. El lector debe “ver” lo que lee, sin que lo distraiga ninguna proeza narrativa del autor. Para eso necesita novelas trabajadas a consciencia, con mensaje, con capacidad de producir, desde los hechos que se presentan, una rara mezcla de entusiasmo y desaliento.

En el mundo de la política, empezó en la izquierda, en sus años universitarios, en donde llegó a ser “El camarada Alberto”. Y se mantuvo en la zurda hasta que se dio cuenta que esa adhesión era muy heroica, muy llena de cuestas arriba y todo un impedimento para sobrevivir y mucho más para conseguir las mieles que tenían las élites de las capitales mundiales por donde discurría. Pero el inicio del alejamiento, según se ve en el mapa del tiempo, coincide cuando se siente traicionado por un gran amigo y colega: Gabriel García Márquez, de total identificación con la izquierda. Varguitas cree que su amigo se llevó a la cama a su mujer y prima, lo que le molestó muchísimo, a pesar que todo parece indicar que la iniciativa fue de ella, sin estar las cosas del todo confirmadas. Pero, sobre todo, que, por esos días, su prima y Varguitas habían roto su relación porque él se enamoró de otra mujer y dejó a la prima. Nada de eso fue un atenuante, y esperó un buen momento para asestar a Gabo un puñetazo en el ojo, romper relaciones para toda la vida, y de paso con la izquierda. Se volvió un profeta de la derecha, y en ese contexto fue que decidió postular al a presidencia del Perú.

Lamentablemente perdió esa elección. Su gobierno iba a ser como el de Belaunde, un presidente más de derecha, con dotes intelectuales y tratando de ser coherente con su mantra de regresar los valores a la política. Lo que ocurrió fue que ganó Fujimori que prometió no hacer el gobierno de derecha que asustó a los peruanos, especialmente por su shock, pero que hizo todo lo contrario que prometió en una mala réplica de lo planeado por Vargas Llosa.

En los activos políticos de Vargas Llosa está haber luchado contra ese gobierno que llegó a quitarle la nacionalidad y lo presentó como enemigo del Perú, injustamente por supuesto. El tiempo demostró que Vargas Llosa tuvo razón.  Así las cosas, estaba congraciado por los millones que se desencantaron del fujimorismo, pero la regó cuando sus prejuicios de derecha, lo llevó a apoyar a la hija de Fujimori, contra la que había hecho campaña en las dos ocasiones anteriores en las que ella fue candidata. Eso lució muy incoherente y hasta corrupto. Sus prejuicios de derecha y contra la izquierda (que ahí ubicaba a Castillo), le jugaron una mala pasada. Entonces apoyó a su antigua enemiga, perdiendo la admiración que había logrado en amplios sectores, sin llegar a congraciarse del todo con esa fuerza corrupta que apoya a la “hija del chino”.

Y esa esa la razón por la que, en una ocasión como esta, casi nadie va a llorarle. Solo los figuretis. Personalmente lo ubico como un hombre que fue coherente con su pensamiento, que siempre enunció con claridad y sin reveses. Que supo construirse a si mismo y de paso, consiguió notoriedad y admiración no solo para él solo, sino por extensión para el Perú.

En sus últimos días, lo vi haciendo lo que me hubiera encantado hacer. Ya retirado de sus obligaciones autoimpuestas de hacer una nueva novela, empezó a recorrer con su hijo los parajes de ese Perú que lo definió, que le inspiró una de las frases que más se repiten en la actual coyuntura y que acuñó casi como una maldición: “¿En qué momento se jodió el Perú?”

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